La piedra, que por su firmeza, no es herida
por el viento, ni por el agua.
Una densidad toda, que nace de su total
transparencia y un fenómeno tan grande,
que es capaz de ocultarse en lo más pequeño.
La savia que no imita a la sangre
y el cartílago hecho de corteza de árbol.
Estructuras del pensamiento que se sostienen
sobre el hilo de una tela de araña
y todos los huecos, vacíos por dentro
y repletos en su exterior.
Andamios para ascender hacia el vértice
del mundo, para caer y sepultarnos
en las entrañas de la tierra.
Rastros de luz y de aromas, tan imperceptibles
como auténticos.
La estática vorágine de la Nada,
circuncidando a un Todo con excesivo peso,
sobre la gravedad de una inherente proyección.
Amasar sueños, lejos de la química onírica,
que no desea ser interpretada.
La belleza total de un No, cuando un Si,
pueda originar un compromiso inaceptable
y el goce de la música sin instrumentos,
desde los abismos del silencio.
Apagar toda la luminosidad que ciegue
y recogernos en una amable penumbra
que invite a la reflexión interior.
Dejar de hablar, cuando todo está dicho
y buscar el amparo del gesto pronunciado
en su máxima expresión.
Destruir todas las imágenes sagradas,
para interiorizarlas en el alma.
( A quienes permanecen en el útero, viviendo
un sueño inducido, sin despertar a la realidad. )
Escrito en Octubre 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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