se dibujan senderos, estrechos e inaccesibles.
Como si un dedo trazara una ruta, una caricia
o un propósito de apartar maleza, para abrir
en la tierra un surco, para que discurra
un arroyo, con esa humedad tibia
de beso reciente.
En su aparente altivez, mudos contemplan
los cercanos valles, que son de la tierra,
vientres de innata fertilidad, donde la hierba
es pubis en el que germina y madura,
el fruto, bajo los rayos solares,
en su paciente espera.
Árboles de ánima pura, que desde su savia,
buscan en los cielos, el encuentro
con la mansa lluvia, al trazarse un arco de luz,
que atraviesa un corazón derramado
en finísimas gotas o pulsos
de cristalinas esferas, sorprendiendo al rocío,
antes de su evaporado viaje, hasta las lívidas
nubes de algodón.
Escrito en Octubre 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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