que surca el rostro en la tristeza.
Los ojos naufragan desbordados
y un dolor añejo y olvidado, retorna
para habitar el pecho y liberarlo
de la angustia.
El amor deja posos visibles en el alma,
cuando nos abandona y marcha lejos,
con cada suspiro exhalado.
No, no es la soledad la que tortura al corazón,
sino la ausencia que nos absorbe la alegría,
al producirse un vacío inexplicable.
No sé si es el destino o la suerte,
la que engendra el dolor y se siente
la pérdida irremediable de aquello
que nos permitía franquear lo imposible,
logrando caminar a ciegas en la oscuridad,
guiados tan sólo por la luz de una gran dicha
y esperanza.
Escrito en Octubre 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario