Lejos de los tambores de guerra y el olor
dulce y nauseabundo de la sangre.
El animal humano no ha conseguido despertar
a su alma y vaga por la tierra, arrastrando
con sus pies, sus cadenas y sus odios.
Odio a su propia especie,
odio a todo lo que fluye
en la naturaleza, desafiando su poder.
El poder, que ha corrompido su alma
y le conduce a su inexorable destrucción.
Los ángeles son estáticos y en defensa del bien, perdonan todo el mal infringido.
Sólo el diablo, marginado y excluido
de todos los mundos posibles, sabe que sólo
se erradica el mal, con el fuego renovador
de un nuevo espíritu.
Quemar en la hoguera de las vanidades,
toda intención de destruir el hogar
de los seres que moran y habitan la tierra.
Surgiendo de la tierra, el espíritu del fuego,
quema la maleza, para que el agua limpie
de forma absoluta y torrencial, todo el daño
y el aire, libre de ponzoña, nos permita
respirar en libertad.
Entre las sombras se mueve la libertad,
como llamaradas del fuego del espíritu,
que intenta alcanzar la luz, en medio
de la noche de los tiempos, en la cual
permanecemos sumergidos.
Escrito en Agosto 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz “.
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