como lágrimas de unos ojos que todo lo ven
desde el balcón del cielo.
El alma se desnuda y muestra su lado
más sensible, cuando su vestido más lucido
cae al suelo y se moja, mezclándose
con el barro más humilde, que la tierra ofrece.
Sin atavíos, sin temor a las tormentas,
todo un cielo para beber la lluvia,
para limpiar el suelo y hacer espejos
de agua pura, donde empapar
nuestras emociones.
Llueven bendiciones y los árboles
parecen extender sus ramas
en brazos interminables, arañando al cielo,
esa piedad que se derrama en agua de lluvia.
Hoy he derramado una lágrima, tal vez
por ese mimetismo que guardo
entre la lluvia y el caudal de mis emociones.
Escrito en Agosto 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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