las claridades se mienten a una realidad,
de oscuras intenciones.
El ábaco deja libres sus cuentas y cae la tinta
negra sobre el azul inocente de un relámpago
impreciso y aquejado de una celestial cojera.
Disipar la crudeza de un acto de fe, sería
desangrar un instante, estirando los tendones
que sujetan su razón, hasta un desgarrado
dolor que rompe todos los silencios,
que se esconden en viles y trasnochados
razonamientos.
La ansiedad crece en un pulmón que se limita
a respirar ausencias y malogrados sueños.
Uno cree descubrirlo todo, pero bajo
el velo de la apariencia, hay bestias
que devoran la intrínseca verdad,
no manifestada, no resuelta.
Crecen las inhóspitas tensiones y el amargor
de las bocas que bebieron del agua primordial,
el barro y el sedimento que queda en el fondo
de una vida inaceptable.
Los bueyes se resignan, bajo el yugo,
del ardiente sol que les atormenta,
mientras las aves, gozosas de su libertad,
remontan su vuelo por encima de las nubes.
Escrito en Agosto 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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