vacío de sueños e ilusiones y se hace
una profunda oscuridad, se pierde
el brillo de los ojos y se van apagando
las luces internas, que nos mantienen
en alerta ante cualquier inesperado cambio
en nuestra vida.
Cuando todo se detiene y se ralentiza
esa inercia que mostraba una inquietud
de arroyo, ante la idea creadora
que nos mantenía con los ojos puestos
más allá de todo horizonte, todo vuelve
a posarse en ese sedimento de vida estática
y átona, que se vuelve del envés,
para mostrarnos un final de trayecto
imprevisible.
Vamos descendiendo lentamente
desde todas las cimas alcanzadas,
hacia un valle, donde reposar
toda infructuosa esperanza,
ya que nada queda, sino un poso
en el fondo de la taza, donde apuramos
la dulce miel de la juventud, bebiendo la luz
a grandes sorbos, sin pensar en un mañana
que nunca acababa de llegar y nos sorprende
cuando el tiempo se detiene en la última
estación.
Escrito en Agosto 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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