se tornan de ónix, con una profundidad
que raya el óbito de la luz.
Atrapo algún pensamiento furtivo y me asalta
un denso temor, que no termina en el impulso
de mi agitada respiración.
¿Estoy vivo o estoy muerto?
No escucho más que el aire exhalado
desde mis pulmones con tintes angustia
y comienzo a pensar, que la muerte
se debe de sentir, como un grito sin respuesta.
Necesitamos de alguien que escuche
nuestra risa o lamento, para saber y reconocer
que aún seguimos vivos.
En esa conexión, nuestra alma encuentra
la prolongación de nuestro espíritu
y al abdicar de la vida, buscamos la eternidad
en los recuerdos de todas las personas
que pasaron por nuestras vidas.
La eternidad entonces es un hilo interminable,
en el cual estamos asidos, tanto los vivos,
como los que, de alguna manera,
dejaron esta existencia.
Escrito en Junio 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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