Las horas descienden desde la memoria
por la barandilla del tiempo.
El tiempo no se agota, discurre con la vorágine
de los pensamientos.
La opacidad del intelecto se sumerge
en aguas desconocidas y se nubla la visión
de lo que deseamos sentir bajo el ópalo
clarividente de nuestra percepción.
Una gota de sangre o agua sobre la densidad
del aceite que enciende la lámpara
de nuestra imaginación,
cuando ya se han cerrado las puertas
de todos los horizontes posibles.
Estamos de plano sobre la inocua redondez
que se ha desprendido de sus aristas.
Escrito en Junio 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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