caminaste sin cesar, en la mar bella
y en tu largo caminar has encontrado,
en la noche el tintineo de una estrella.
Te contemplo en esa noche, sin luceros,
sobre un cielo despejado al horizonte
y te veo atravesar, por un momento
el camino que forja a los caballeros.
Son tus ojos dos luciérnagas furiosas,
que en la noche iluminan mis esperanzas
y no acierto a pensar en otras cosas,
las estrellas, me hipnotizan con sus danzas.
Contemplando su divino resplandor,
al oído me susurras suavemente:
Estoy bien, nada temas ya, mi amor,
aún te amo, no me seas impaciente.
Estoy bien y cada noche, te hago un guiño
y te calmo esa angustia y tu inquietud,
sabes bien que no ha mermado mi cariño,
aunque nunca he sido acopio en la virtud.
Confía ahora en mí, mantén la calma,
aquí no existe el tiempo, se ha dormido.
te llevo siempre muy dentro de mi alma,
nunca olvides que te quise y te he querido.
No ha existido más motivo o más razón,
que llevarte junto a mí, pero en el cielo
sólo puedo sentir tu corazón
y tu amor, que es el fruto de mi anhelo.
Ten paciencia y si un día, al cielo subes,
estaré con impaciencia, aquí esperando,
con mis sábanas de seda entre las nubes,
pues en esta eternidad, te sigo amando.
Escrito en Diciembre 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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