piedra sin ojos, ciega, que nos venza
el lastre que se lleva en la conciencia,
donde nada ha de crecer, sí acaso medra.
Sepultemos la pena de ser y no haber sido,
de aceptar el porqué nos detuvimos,
y pudimos hacer, mas no quisimos,
aunque fue nuestro deber de haber nacido.
La ignorancia nunca fue ninguna excusa,
pues pudimos aprender…y no hemos hecho,
otro nuevo surco en el barbecho
y dejamos la labor por inconclusa,
en esa decidida percusión,
que late y va subiendo hacia las sienes,
marcando la conciencia, mientras tienes
un ápice de luz en la razón.
Sepultemos nuestro cuerpo en esa calma,
de ignorar esa oportunidad
de hallar en nosotros la verdad,
que brota intensamente en nuestra alma.
En el borde del camino, se ha encontrado,
que nada queda impune en el olvido,
que todo tiene un pulso y un latido
y nada queda al fin por sepultado.
Escrito en Diciembre 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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