se oculta bajo el caparazón
de nuestras realidades, para que nadie
observe nuestras debilidades
invertebradas y temerosas.
El balanceo que imprime el viento
en nuestro cuerpo, descubre nuestra
flexibilidad ante las inclemencias
de la vida.
Nada perdura, excepto el agua
que anega nuestras emociones y espíritu.
Agua de luna en los tatuajes de nuestra alma.
Agua ingrávida, mineral y ausente
en la sed de infinito, que todos sentimos.
Si es blando nuestro espíritu, debemos
hallar el mercurio necesario, para adaptar
nuestra alma a los distintos cambios
de estado y de temperatura
de nuestra vida.
Escrito en Marzo 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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