con la impaciencia del humo
de un cigarrillo y atravesado con
una espina acerada.
Durante las últimas tormentas, los caballos arrastraron las nubes
con ojos enfurecidos y se quebraron
las aguas del mar, en los naufragios
descuidados por la falta de visión
hacia un horizonte, que amenazaba
galerna.
El tiempo de la inmortalidad pasó
frente a las ventanas rotas y nadie
cambió los cristales apedreados.
El viento siempre avisa con su silbido loco, antes de producirse
las tormentas inevitables.
Escrito en Marzo 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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