después de abrir los ojos tras el último
sueño.
Las calaveras tristes sirven de ceniceros,
a quienes fuman sus cabellos en pipas
de espuma de mar y escuchan chismorreos en caracolas con forma
de oreja, que del mar fueron expulsadas
hacia la orilla.
La certeza se parece a la corteza, cambiando una vocal y el grosor
de su cuerpo, ante la veracidad de
los acontecimientos.
Los cimientos, son el humilde sostén de
un edificio, bajo tierra y con esa temeridad hacia el sol y la luz.
La casualidad se viste de gala, cuando el acierto es pleno y los lobos desayunan
el ocaso de una carne perdida en la inocencia, tras los arbustos sorprendidos.
He dejado de fumar hace tiempo y bebo
los suspiros que escapan, cuando
los globos oculares se salen
de las órbitas, buscando un espacio,
donde no puedan tropezar con los sueños fugaces,
envueltos en el celofán
de la indiferencia ajena.
Las hojas se secan y los ánimos se cortan en finas rebanadas con el objeto
de prolongar su duración, antes
de ser consumidos.
Los vértices son romos y los ángulos
se precipitan en un vacío oscuro
gobernado por las saetas desprendidas
de un reloj.
Escrito en Marzo 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz".
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