Acaso la tibia mano deshaga el hechizo
de cristal gélido, que convierte en roca
los rumores del agua.
Tal vez el cuerpo, carente de emoción,
se angosta y solidifica, pierde su alma pura
y lo habitan las oscuras aves que anidan
en las sombras.
Fría y desolada tristeza, blanca, transparente
o ribeteada en azul, para mimetizar una dureza
de pesadilla, en la conciencia que se aleja
del cuerpo insomne.
En sus oquedades, no hay brillo, no hay
otro esplendor, que el tímido rayo de sol,
que incide en su cristalino cuerpo,
atrapado por siempre, hasta que
una primavera lo recobre nuevamente
a la vida.
Escrito en Enero 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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