sobre la extensión de un cuerpo.
Y ese cuerpo se funde en el crisol
de un abrazo, forjado en una pasión,
que arde en tu interior, sin quemar
el ánima que lo origina y las horas
pasan horneando la masa moldeada
por los besos y los abrazos.
Las caricias brotan desde los brazos
hasta las manos y son las yemas
de los dedos, las que tañen los suspiros
sobre el violín afinado
de tu receptivo cuerpo.
Escrito en Marzo 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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