nos puede tocar de cerca,
esa íntima fibra que hace del hielo,
un silencio enclaustrado
y del calor, una declarada tibieza de voz,
junto a nuestros oídos.
Hay miradas que descienden
desde los arrecifes de los vacíos corcovados, hasta la plenitud
de un brillo de complicidad
de otros ojos.
No hay divagaciones posibles,
ante quien sustrae nuestra atención
o roba de nuestros labios,
el secreto de un beso dormido.
La línea divisoria entre una soledad
y otra, es el encuentro en la tangente
de dos cuerpos que se aman en el contacto y ese difuso horizonte
que desaparece ante nuestros ojos,
cuando el roce de una piel cálida,
produce la electricidad estática,
que guardan todas nuestras emociones,
entre los huecos de nuestras costillas
y la caja de hueso, en que rezuman
todos nuestros pensamientos
más intensos y reales.
Escrito en Marzo 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz".
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