que dió luz a vuestros ojos,
ahora mostráis los enojos
y vuestra razón se cierra.
Traidores a las raíces
de un pueblo, que atrás quedó
y en su recuerdo guardó
un surco de cicatrices.
Tu tierra has abandonado,
buscando entre todas, una
que te colme de fortuna,
sin la herrumbre del arado.
Sin el sudor cotidiano
y el hambre, como salario,
cubierto con un sudario
raído, como tus manos.
Las manos siempre han honrado
a quien cada amanecer
se sabe reconocer
en el trabajo esforzado.
Hoy tu boca ha maldecido
la tierra donde naciste
y el lugar en donde hiciste
tu suerte, donde has vivido.
No tienes patria, ni honor,
tan sólo ese descontento
de buscar el alimento
con tu esfuerzo y tu sudor.
Y contrario a lo que dices
en toda declaración,
servirá la aceptación
que tu boca contradice.
De tu pueblo, renegado,
donde habitas, por herencia,
condenas en tu imprudencia
que no fuiste aceptado.
Cegado por tu maldad
y tu ingratitud celosa,
no observarás otra cosa
que una falsa realidad.
Si no te hiciste querer
es por tu odio infundado,
si al fin fuiste aceptado,
jamás lo quisiste ver.
Otra tierra, otro lugar,
otras formas y costumbres
y otro sol que nos alumbre,
vivir para trabajar.
Trabajar con dignidad,
con el corazón abierto,
la novedad cuesta, cierto
y ganarse la amistad.
Si tu corazón no encoje
y tu mente sigue abierta,
la vida será tu huerta,
lo que siembras, se recoje.
Escrito en Marzo 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz".
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