y de la acidez primera, se torna
en dulce espasmo que despierta
en la boca.
El rojo de la pasión se oxida
con el tiempo, formando ocres, bistres,
sienas y marrones
de ajada melancolía.
El sueño azul se torna negro,
durante el parpadeo o el sueño remitido
en los ojos fatigados, que pesan tanto
como realidades más despiertas.
La luz es primitiva en su nacimiento
y crece en colores indefinidos,
para perderse en la memoria
o en las pestañas,
durante el parpadeo nocturno
de las estrellas.
Escrito en Julio 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito
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