con la acidez de los días, con el eterno
sonido callado de los segundos,
huyendo despavoridos y asombrados,
con la letal espera de ese tren
que nunca llega y esa esperanza,
que recorre sin rumbo las calles.
El pan se endurece, como el alma
carente del bálsamo de una caricia,
desahogando del llanto, la voz
y la plegaria.
Ojos de vidrio, como escaparates,
en las amplias avenidas, donde transita
el deseo, en el último vagón
que la vida guarda.
Duermen las horas, colgadas
de los balcones de la inercia,
flotando en el aire, que sostiene
un soplo de vida o una intención
de ser, a pesar de no conocer
el propósito del agua, durante el último
bautismo de la luz,
dentro de una furtiva lágrima.
Escrito en Julio 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz".
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