todo flota, ralentizado en su movimiento
y queda en una suspensión
de la densidad del aire.
Parpadean las luces a lo lejos,
perdidas, como un guiño travieso,
que trata de disimular la intención.
Se caen los pesares sobre los charcos
cenagosos y busco una luz
teñida, entre los árboles tristes.
Me tapo la boca, absorto y sorprendido,
sin emitir sonido, con el corazón
encerrado en el cuenco de mi mano
y mis ojos derramados a lo lejos,
en una cascada de párpados,
que intentan contener la lágrima,
durante un último intento de fuga.
Escrito en Julio 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
No hay comentarios:
Publicar un comentario