para sujetar los ramos de rosas
que brotan del pecho, durante
un disparo o un disparate.
Agachados sin hacer ruido y ser sorprendidos y prendidos por las uñas,
para arañar las paredes mudas del silencio.
No se escucha el llanto en el rumor
de las voces y el río arrastra
las penas insepultas y declaradas
estériles, hacia una atención dormida.
El color del viento emula un susurro
al oído y las hojas crujen, como si de huesos se tratarán, o tal vez ocurre
que algo se rompió en el alma
generosa de la naturaleza.
Vidrios de ríos, estallan
en gotas de agua, sobre las rocas
y dejan un musgo de constancia,
para que no se pierda el frescor,
en un recuerdo sin paredes, ni tapias
que lo sujeten.
Escrito en Julio 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz".
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