Lívida, con ojeras de lápida antigua
y aromas de tierra removida.
Somos presas de una piadosa muerte,
que espera su triunfo desde
los brazos de la vida.
Muerte de huesos desnudos, nadie piensa, que pueda ser obscena
la desnudez de un esqueleto,
diríase que es en la carne, donde
se encuentra el origen del pecado.
Los huesos son blancos y puros,
como una sonrisa de dientes perlados
o la espuma del mar, besando
la tierra.
No es tristeza, ni miedo, sino un vacío
que explota en una carencia de vida,
que vemos plasmada en el cliché
amarillento del recuerdo.
El frío se apodera de la tibieza de la vida
y en la penumbra, la luz juega a esconderse una vez más,
con la muerte paciente en la espera.
Escrito en Abril 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz".
No hay comentarios:
Publicar un comentario