silencios.
El grito es enmascarado por un rictus de dolor
enmudecido, en un acopio de inusual valor,
para terminar en el umbral húmedo de
una fosa abierta, en las entrañas de la tierra.
El cielo llora lágrimas ácidas
sobre un encrespado mar fatigado y las naves
reposa en el puerto, mientras la ira,
se manifiesta incontenida en las costas.
Poco dura la dicha. ante la premura
de unos vasos vacíos, que llegan a contener
nuestras lágrimas hasta desbordarse,
como un mar que arrebata la vida
en porciones de tierra, donde ya, los ángeles
no habitan y las nubes oscuras, tapizan
los suelos de sombras.
En un infierno sin llamas y sin luz, crepitan
las almas en la última combustión de sus
pensamientos que albergaban una minúscula luz en la esperanza.
La cena está servida ¡Oh monstruos del Averno! La humanidad se devora así misma
y los supervivientes se encargan de poner
la mesa a tan distinguidos comensales.
Escrito en Noviembre 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz “.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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