Se va muriendo en silencio, lentamente,
como un barco bajo las aguas del mar.
Como un crepúsculo que, cae herido y lucha
con su último destello, antes de que agonice
la luz que le sustentaba.
Desciende hacia un fondo de ceniza,
que muestra la penumbra de una noche que,
busca infructuosamente el fulgor de las estrellas.
Hubo niebla, hubo niebla, sí. Se la enredó
entre sus cabellos de nieve, antes de que
su nave zozobrara, cargada con todos
sus proyectos e ilusiones.
Ya no quedaba una gota de licor en su bodega.
Ese licor dulce, que saboreaba junto
a su palabra austera y su verbo, recamado
con tintes de elocuente ironía.
Ironías de la vida, que silencia a quien tanto
tiene que decir.
Su nave partió, dolorosamente sobria,
con un dolor insoportable, clavado en su quilla
y se fue perdiendo sobre el horizonte.
Escrito en Noviembre 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
Dedicado a mi amigo Manuel Aresti Larrauri.
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