Escarabajos negros de dura piel
y luto perenne, alimentados de la muerte
que trastoca la verde rama o tronco
en pasto fértil y poros, por los que huye
toda pulsación, que latente
habitaba los bosques.
La copa rebosante cae como río desbordado
en los cauces, que en la tierra
se adivinan heridas o cicatrices
de un llanto ignorado.
En el boscaje se ocultan seres que beben
el rocío que empapa los líquenes,
apuntalados en los viejos árboles
y un sedimento de hojas bermejas
forman una alegoría de otoño o melancolía,
que el viento transmite con su ronca voz,
anciana y sabia.
Árbol vencido en las tormentas,
que en el tiempo aguardaban su momento,
para generar una vida inquietante y sumergida
en el afán de la muerte, por procrear
desde su triste velo.
Escrito en Marzo 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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