El momento se ve apaisado en el presente,
resumido y comprimido en el pasado,
con el biselado ocre de los días trasnochados
y un gris o blanco nebuloso, que impide ver
la imagen de un incierto futuro.
La energía se detiene y calla su tintineo
de campana o cáliz, en el placer de escuchar,
ver o sentir en la piel, su presencia,
tornándose almohadilla, donde recostarnos
en ese espacio, en el que el sueño
es un estado de espera o vigilia,
ante la sorpresa de que nada suceda,
sin el impulso necesario.
Toda creación necesita un remolino
de fuerte viento, que la impulsa
hasta el lugar, donde deja de ser nuestra,
para pertenecer a todo lo creado.
Escrito en Marzo 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”
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