Devorador devorado, volutas que danzan
besando el aire, creciendo con orgullo
y violencia.
Tras de sus lenguas, quedan rastros
de cenizas, aún calientes
y la desolación que se expande
como un gris desértico ante nuestros ojos.
Un maquillaje macabro, de sombras
y columnas de negro humo,
que se alzan entre los escasos árboles
y algunas construcciones silueteadas
en el atardecer, con la figura
de algunos cuervos que se ríen
ajenos a todo infortunio.
Los retorcidos hierros de algunas
casas en ruinas , emulan agujas
o dedos que se unen e imploran
un cambio de color en el desolado
paisaje.
Fuego y humo, restos y carne quemada,
nadie camina por las calles,
mientras la muerte cabalga
sobre su famélico caballo de enjutas
y escasas carnes, con los huesos
en espigas salientes del cuerpo
o jaulas vacías de almas,
donde el lamento huyó, pájaro herido
en su precipitado descenso
a los infiernos.
Escrito en Marzo 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario