La ventana desvencijada, con apenas
las bisagras,
soportando el peso de los postigos.
El aire en circulación, y al fondo,
la nieve cayendo como copos de maíz,
sobre el lomo de la tierra.
El destello azulado de la blancura de la nieve,
mirada triste en la pupila que se detiene
y ese atesorar las sombras escondidas
en los quicios y en los recodos
de cada rincón inadvertido.
Una lengua de hielo que se cristaliza,
ante el gélido aliento de la noche constelada
y orlada en lívidas brumas.
Nieva, y el fuego del hogar, mantiene
los cuerpos cálidos y reunidos.
Se cuentan historias
y se abrazan las personas, en el calor
del hogar.
Se tornan pan reciente en ternuras
todos los encuentros y se sienten
unos más cercanos a los otros.
¡Ojalá nieve de nuevo!...¡Con más frecuencia!.
Escrito en Marzo 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario