La música danza en sus ojos
y hay una pureza de agua cristalina
en su mirada.
Estoy tan sólo, disfrutando su belleza,
en un silencio que guarda en su mesura,
mi corrección de hombre, que puede amar
sin agredir ninguno de los colores
que figuran en la luz de su rostro.
A veces, hablar es romper el encanto
de la ensoñación que se produce
en la extasiada contemplación.
La emoción nos posee,
aún sin sentimiento de posesión
y en la libertad de amar toda la belleza,
encontramos el gozo que nos hace vibrar
cada uno de nuestros sentidos.
El cielo se abre ante nuestros ojos,
en una plenitud, que roza el misticismo
o la adoración.
La belleza no es en su totalidad,
aquello que se revela y se muestra,
sino lo que hace vibrar nuestro cuerpo
y nuestra alma, como una copa
de cristal labrado, con el amor de las manos
de un artista.
Esa misma vibración es la belleza,
que estalla en nuestro interior.
Escrito en Marzo 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario