En cada mirada hay un beso a la imagen,
que del alma surge hasta el rostro.
El esbozo o dibujo, se muestra en
una sílaba que flota en un silencio de paz
y armonía.
Tan sólo, ese beso que se da con el alma,
a través de unos labios entregados,
puede superar la calidez de la luz
que se vierte sobre los ojos, buscando
un destino de volcán impetuoso,
que se redime en las mansas aguas,
de un río o cuerpo único, que se estremece.
Entonces, el fuego besa al agua,
de un placer que nace de la calma,
en esa entrega que amaina el impulso,
para disfrutar un instante, como si
de una eternidad, se tratara.
Escrito en Marzo 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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