Ningún sueño se puede coger
entre las manos, su espuma se diluye
cuando soplan los vientos que moldean
la realidad.
El ave huye, cuando es sorprendida, por temor
a perder sus alas y su libertad.
Somos libres cuando soñamos
y nuestro cuerpo flota en una esencia,
cuyo perfume se evade al abrir los postigos
que protegen nuestros sueños,
de las tempestades.
Los párpados dejan abiertas todas
las ventanas del alma y cuánto abrazamos
contra nuestro pecho, se evade como humo
en el aire.
La realidad es la aldaba que golpea
las conciencias y se hacen más sólidos
nuestros temores, que nuestros sueños
más hermosos.
Escrito en Marzo 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”,
No hay comentarios:
Publicar un comentario