en los deseos pueriles
y llegar a imaginar
nuestros juegos infantiles.
Saltar y alcanzar el cielo,
con un salto decidido,
que es el fruto en un anhelo,
de un horizonte perdido.
Cuerda para sujetar
nuestro impulso en la locura
o comenzar a jugar
con nuestra pueril ternura.
Cuerda que siempre recuerda
el pulso de la razón,
de cada persona cuerda,
que pone su corazón,
en toda esa decisión,
para llegar a la meta,
en aras de una ilusión
y que esta te comprometa,
a guardar en tu equipaje,
lo que ha de ser necesario,
al emprender nuestro viaje,
con un trayecto diario.
La cuerda sirve en el juego,
para hacernos a la mar,
sirviendo de amarras, luego
al barco que va a atracar.
La cuerda es maroma fría,
que el puerto delimita,
la rutina, que en su día,
queda como ley escrita,
ante un mar de incertidumbre,
profundo, como esa pena,
que por fuerza de costumbre,
de nuestra ansiedad, se llena.
La cuerda, por vegetal,
en el tiempo queda inerte,
pues su frágil material,
tiene el sabor de la muerte.
Cuerda que ahorca conciencias
en sinrazones profanas,
para matar imprudencias
en los meses y semanas.
Cuerda para el desatino,
de una ley que es impartida,
para cambiar el destino,
segando una triste vida.
Cuerda para liberar
la nave que nos conduce,
hacia el cielo o hacia el mar,
si la idea nos seduce.
Cuerda que a los pensamientos,
los priva de libertad,
nudos en los sentimientos,
que sujetan su verdad.
Maroma, por cuya hechura
se compone la horrorosa
ley de una dictadura,
negando una vida hermosa.
¡Rompe la cuerda y libera
tus alas, para volar!
Que la vida es pasajera
y la debes disfrutar.
Escrito en Enero 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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