miércoles, 8 de enero de 2025

Sueño de amor.

Era de noche y el cielo ardía 
con estrellas preciosas, fulgurantes.
Tratábase la noche como al día 
se dedican poemas delirantes.


Era de rojo carmín, su encendido labio
y al beso sellado, se restaba,
beso en la calma, que por sabio,
de la escasa luz, se alimentaba.


La amé, como se ama la presencia,
apenas despejada o desprendida
de un soplo de ternura y de inocencia,
o apenas desde el sueño presentida.


La amé, como se ama en la pasión,
sin veto en la virtud, con la prudencia 
que rige en el latir del corazón 
y marca la piedad, por excelencia.


Soñé con el contacto de su piel 
y hallarme en el placer, por el camino 
que augura en su sabor de dulce miel,
que sea claramente mi destino.


Amé por su contacto, la ternura,
la tibia seda, que su amor tejía 
y quise mantener por su figura,
el fuego, que al mirarla, yo sentía.


Noté que al abrazarla, se moría,
como muere una flor en el desierto,
pensé que al olvidarla, viviría 
y que tal vez su amor, no fuera cierto.


Pensé que se debía su agonía,
por darle tanto amor, si la quisiera 
tanto, que al fin, la flor de un día,
se fue desvaneciendo en su quimera.


Los sueños del amor, son los suspiros 
del alma, que pretende conservar 
sus hechos, entre frágiles papiros,
que arden, cuando se comienza a amar.


Amar es esa vana pretensión 
de realizar un sueño, que intangible,
se muere en esa hoguera de pasión 
y arde con su propio combustible.


Amar es dedicar la vida entera,
a perseguir un sueño, que evadido,
oscila en tu reloj, en esa esfera 
que observas, cuando al fin lo has comprendido.

Escrito en Enero 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario