apacible y florecido.
Verde paisaje, en la humedad de un gélido beso, cuyo labio se extravía
en los hayedos del bosque.
Reminiscencia de un somoliento bostezo que, marca un antes y un después.
Verde presencia entre la exuberancia
de ramajes ocres de otoño.
Barbados gigantes, que de la tierra brotan,
como angustias de fuego, apagadas, consumidas ante el esplendor de la luz que,
transita entre las horas vacías.
Las sombras se ciernen, coronando ese instante de luz, que tímidamente emerge,
vistiendo de oro y púrpura las copas
de los árboles.
Engaño de un párpado que no se cierra,
no pestañea, ante el asombro de la claridad,
que avanza, bañando cada recodo que habita,
miserablemente triste, y sin embargo,
pletórico ahora, en el gozo de sentirse
declaradamente cierto, palpable
en la inmensidad de su voz, musitando
la gracia de aparecer brillando entre ardientes
topacios, que al sol sustrae, tal vez inadvertido
en esa innata sonrisa, que va creciendo
sobre el horizonte.
Ha amanecido otro día, otro milagro emergente
entre las sombras difusas de una noche
de ensueño.
Escrito en Enero 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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