La vida va dejando su sedimento de años,
en ese fondo inconcreto de nuestra
existencia.
Se acumula y se agolpa toda la juventud
con su inconsciencia, hasta que se oxida
y todos los recuerdos dulces, se tornan agrios,
tal vez por el peso de las añoranzas.
Queda un rastro gris, sobre todas las cosas,
que no hicimos y pretendimos hacer
y se van ralentizando nuestros pasos,
a medida de que el tiempo se agota antes,
va más rápido.
Tal vez, no apresuramos el paso,
al ver tan cerca un fin inevitable,
que nos espera con esa sórdida calma
de quien está seguro de su pronóstico final.
Cuando el arroyo se convierte en remanso,
aparece el musgo en su superficie
y en esa quietud, camina la muerte
con paso seguro y sin prisas.
Escrito en Mayo 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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