Piedra blindada en el tiempo con constancias
de arena y viento.
Artífices de la forma, asistidos por el tiempo,
se fueron atesorando los instantes
y quedaron atrapados en una gota de ámbar,
lágrima fósil del color de los sueños añejos
que aunque desgastados,
nunca quisimos perder y despertamos
entre las aristas de una realidad
abrupta y salvaje.
El aire desértico, quema los párpados absortos
ante el asombro de tanta extremidad
abatida por el cansancio
y esa imagen idílica, que se va diluyendo
en un soplo profundo, que trastoca
toda la imaginación.
Cuando damos por perdida nuestra fe,
aún nos queda un corto suspiro exhalado,
de cual nos servimos, para originar
un incendio en la razón, seguido
de una tormenta, agitada por las emociones.
Así, el agua guarda recuerdos
sobre la piedra angosta
y deja su huella de musgo verde.
Escrito en Mayo 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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