martes, 26 de abril de 2022

Nuestra vida es un sueño imaginario.

Si el cielo  rompiera la filigrana de azules.
Si se deshilacharan las nubes, 
con la prontitud de un rayo.
Entonces, la vastedad del  infinito 
se nos antojaría reciente y nueva,
abierta hacia un sobrecogedor abismo,
suspendido sobre si mismo, hacia arriba.


El temor sería esa notoriedad de sumergirse 
en el azul, sin agua, sin aire, hasta  hallar 
la plena  oscuridad  y el frío absoluto.
Sentir que una enorme  pupila  crece
y se ensancha constantemente, arrastrando 
y devorando en su seno 
todas las órbitas celestes.


Allá, donde no caben  las preguntas 
y se ahogan los  temores, 
porque en la incertidumbre, moran 
todos los dioses que hemos creado,
para tener  un motivo de fe y así vencer
nuestro miedo a la soledad.


Mas, ¡ Ay ! La tremenda  profundidad 
de la nada, los abismos donde la razón 
no llega a alcanzar un solo atisbo 
de entendimiento y divaga en la inmensidad 
de una negritud absoluta, que ni siquiera 
un párpado cerrado puede recrear.


Un último aliento  y el cierre del ansia 
en una vida, que no es más que una espera 
entre dos luces  a través del tiempo,
para formar nuestra historia, una historia 
que se perderá, sumida en las profundidades 
de una nada, que  no comprendemos,
porque  no podemos  nombrar  aquello 
que no conforme la realidad 
que hemos creado y en la cual vivimos 
un sueño imaginario.

Escrito en Abril 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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