domingo, 5 de febrero de 2023

En plena digestión de los últimos acontecimientos.

Una lágrima de negra obsidiana, se sumerge 
en el fondo de un abismo, atrapado 
en las pupilas de los insectos.
Huele a carne y a sangre, a esa velocidad 
que se detiene en seco, bajo la inercia 
de los hechos truculentos que han dejado 
postillas sobre la tierra.


Se abren las sepulturas con gritos desgarrados 
de ultratumba, reclamando un lugar 
en la eternidad, para que los muertos 
no se pierdan en nuestro olvido.


Nada es totalmente inocuo, por la acción 
que la consecuencia cierne sobre los cuerpos,
cuyas mentes, se extravían en devaneos 
de la razón, sin aparente salida.


Sin introspección, no queda lugar al paréntesis 
adecuado, que  delimite los márgenes 
entre la razón y la locura.


Por el agujero de la inconsciencia, se filtran
los ademanes que  agitan las polillas 
de lo cotidiano, masticando una realidad 
a la que difícilmente aceptamos y consentimos 
por la fuerza de una costumbre mortalmente 
adquirida.


No todo se puede masticar y menos digerir.
El estómago no acepta preludios lentos,
en la música que agita las vísceras 
llenas del barro que se desprende de todas
las amargas existencias.


No hay nada que arreglar, si vemos que 
cada construcción está condenada 
a desmoronarse desde su creación.
Tampoco podemos borrar aquello que tiene 
tal solidez, que muerde las blandas conciencias de sus constructores.

Escrito en Febrero 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".

© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.





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