domingo, 28 de mayo de 2017

Durante una larga espera

No es la mano la que origina el fuego
en la impaciencia, sino el ánima inquieta
que se agita en nuestro interior.

Es esa fuente de agua incesante
y el vaho de un suspiro, el que arranca
el horizonte, en el que perdemos 
la vista, cuando nada nos sucede
durante una larga espera.

Es el duende que habita 
en nuestro ánimo, el que trastoca
el hechizo de un momento 
y alarga los segundos, 
haciendo que nuestro tiempo
tenga un valor distinto.


Escrito en Mayo 2017 por Eduardo Luis
Díaz Expósito."zuhaitz"

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