Llevo sobre la palma de mi mano,
todos los exorcismos escritos con tinta
diluida en la sangre coagulada
en el último disgusto.
La hiel derramada desde el saco roto
de la tristeza, durante esos días sin sol,
en los que encendimos una hoguera
en los arrecifes de nuestras vidas,
para guiar las naves que transportan
nuestras esperanzas hacia aguas
más tranquilas.
La que se alojó en mis adentros,
ahora emerge con fuerza telúrica
hasta crear un espacio de agua y luz.
La alegría irrumpe en cascadas de júbilo
y la risa explota sin herir,
en una sonora carcajada que celebra
cada encuentro a lo largo de un difícil
y sinuoso camino.
Escrito en Diciembre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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