La juventud embiste contra
todo orden establecido, para no perder
su frescura reciente y verla convertida
en esa apatía resignada, que se resguarda
entre bolas de naftalina y rancios comentarios
en desuso.
La inmovilidad de su razón no cuestiona
nuevas formas, ni la estética modernista.
Los resignados creen que todo cambio
es un peligro que hace tambalear
su estatus quo y prefieren una vida sosegada,
angosta y carente de ilusión.
Para quien es viejo, es mejor permanecer
en el sitio, que aventurar su vida
a sentir una emoción que les altere,
aunque esto conlleve ese estado de felicidad
que temen, por falta de seguridad.
Las flores secas no se marchitan,
pero carecen de su brillo y su perfume.
Escrito en Diciembre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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