En el hueco de la escalera,
donde escondemos
la vergüenza a mostrarnos, se incendia
el viento colérico, al no admitir los reproches
sobre los hombros, ( pesada carga, de la cual
nos deshacemos para que sea otro
quien la cargue ).
No suena igual nuestras voces, emitidas
desde dentro, que el estruendo
de las voces ajenas, que emiten
desde fuera.
Trazamos líneas para delimitar parcelas,
aunque el riesgo es dejar la piel
en las alambradas que las separan.
Se abre una flor al rocío, con la inconsciencia
de ignorar, que el sol ha de secar
sus estambres.
Aciaga ceguera, de quien no advierte
en el bostezo, el próximo ataque
de la avidez de unos dientes,
mordiendo todos los presagios.
Las ventanas cierran sus postigos,
mientras la vida pasa variando su paso
a cada segundo.
Escrito en Diciembre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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