lunes, 16 de octubre de 2017

Noches de infortunio 

Demasiado grande, el ataúd donde maduran

todas las desgracias.

Demasiado corto, el tiempo para arrojarlas

fuera del camino, mientras vamos sembrando 

las pocas alegrías que florecen.


Las telarañas se cubren de polvo

y las criptas abandonadas, se mojan

en lágrimas ausentes o copiosa lluvia 

enardecida por el látigo de luz, 

de un relámpago, que rompe en dos

las noches del infortunio.


El horror tiene las cuencas vacías,

para impedir que el alma salte despavorida 

del pecho.


Los muertos no sienten temor, ni dolor.

La vida duele y la muerte es una callada 

redención, en una puerta que cierra y solapa

toda la angustia de la sangre y calma

con su fría lápida, todo ardor 

que pueda consumirnos.


Escrito en Octubre 2017 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario