Embriagado de luz ¡Oh triste loco!.
Tus venas irrigan tinta china
y tu mente alimentada por cortezas de lluvia diamantina,
se devana en círculos,
como una monda de naranja.
Mas tú, animal onírico
eres mi plato favorito.
He de comerme tus sueños aéreos
y beber el néctar,
de ésos, tus ojos colmena.
Hirientes clavos en la carne
y un corte vegetal en el pecho.
¿Sangre o látex?.
Agua que fluye subterránea
al extremo mismo de la piel.
¡No sientes nada! Nada exterior.
Te acostabas con tu sombra
y la hiciste tan tuya,
que ya no volvió a salir de tu cuerpo.
Pedazo de golondrina, pájaro de seda, corazón hueco.
Abismo, laberinto azulado y rabioso,
donde se estira un ojo inundado,
desbordado de nácar hasta las pestañas.
Ese brillo inmaduro y apenas reflejo,
es el que hace plumas en mi cuerpo.
Me arranco la piel inerte e inservible
para viajar sin peso, ni equipaje,
adonde la humedad se hace beso
y el calor, tibia caricia.
Proyectando en hilos el ser,
esparcido como ladera o vientre o valle.
En mil corazones que fluyen al unísono,
como ríos.
¡Espera! ¡Voy contigo!.
Yo también sé que no hay nada imposible.
Escrito por Zuhaitz en 1984
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