Se unen como madejas sinuosas
en el pecado de la carne.
Tal vez sea el reverso de una moneda,
que niega su propia realidad,
pero se apoya en su propio sustento
y en la verticalidad de desciende
desde su sensual forma,
rítmicamente acompasada en un vaivén
en el pausado caminar.
Todo es provocación ante la indiferencia,
en un apretado beso, que desciende
desde el ánfora de las caderas
y desafía la ingravidez de la cintura.
Al otro lado del valle que guarda
todos los silencios de un placer
que no se nombra,
existen dos eminentes promontorios,
desde los cuales descienden
dos columnas que sujetan toda la belleza,
que sólo tu cuerpo es capaz de mostrar,
cuando te giras y caminas hacia el sol,
alejándote de la sombra que proyectas
sobre mi.
Escrito en Octubre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
No hay comentarios:
Publicar un comentario