sábado, 27 de octubre de 2018

Rudolf Nuréyev 

Sus manos ingrávidas, al compás 

de unos alados pies y un ojo que todo lo ve,

derramando una lágrima incontenida

y gestada en la emoción.


Danzaba, dibujando en el aire,

siluetas de ángeles y vapores de niebla,

entretejida en la luz de las bambalinas.


Volaba y hacía desaparecer su peso 

a cada paso. El maquillaje era esa densidad 

que su sudor durante el esfuerzo,

no atravesaba.


Fue el humo azul de un sueño, entre velas

que se fueron apagando a cada giro, 

hasta caer sobre el escenario, 

como un cisne herido de amor,

en una inmensa laguna, donde aún suena 

una música celeste y absolutamente bella.


Escrito en Octubre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.


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