sábado, 27 de octubre de 2018

¡Que nadie te vea llorar!

De su cabeza se desprendían 

trozos de hielo azul y nenúfares que caían 

sobre el agua, formando ondas 

y ligeras alteraciones tonales, en el silencio 

que un sauce guardaba celosamente.


Un rayo de sol doraba cada una 

de las notas de polvo y pólen 

suspendidas en el aire, dibujando un arco

que las libélulas multicolores

y las mariposas de seda, atravesaban

en grácil vuelo.


Tenía la sonrisa blanda y amable de un niño 

y unos ojos sorprendidos y voraces,

que todo lo querían ver.

El viento erizaba sus cabellos,

mientras silbaba una canción,

con el alma abierta y la gravedad en su voz.


Lo tenía todo, menos esa alegría 

que transmitía a los demás, pues en sus ojos

afloraban ciertos tintes de añoranza

y melancolía.


Escrito en Octubre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".




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