La esclerosis de que se aquejan las prisas,
detiene la caída de aquellos que se precipitan
más allá del abismo de sus limitaciones.
El frío que forma la escarcha
de un segundo congelado, evita la fricción
que da lugar al calor que se enquista
en la angustia, cuando al sofocarse
nos impide gozar del aire
en continua circulación y eso ocurre
por la breve distancia entre los cuerpos.
Hay señales que muestran el índice de error
en la ecuación resultante
de las vivencias cotidianas, por exceso
de contacto o por la frialdad
de una mirada distante, cayendo
hacia los vértices de nuestro interior
más apocado.
Brumas se ciernen sobre el techo,
aún descubierto, por donde huyen
los pensamientos, en la densidad
de una lágrima o la ligereza
de un suspiro, que busca
alimentar esperanzas en un corazón ajeno.
Escrito en Octubre 2018 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".
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