miércoles, 1 de julio de 2020

Un puro estremecimiento.

Nos estremecemos ante la dicha, la sorpresa
o el horror que vaga por las calles,
cuando los jinetes descarnados 
cabalgan, dejando tras de si, un rastro 
de sangre y de miseria.


Nos estremecemos si, pero nos vence
el temor y a la razón acude una neblina
de dudosa procedencia y en esa inseguridad 
se camina a ciegas, como niños desvalidos,
perdidos en las calles de la guerra.


Se agolpan los sucesos, que como aldabas,
golpean nuestras conciencias 
y cerramos los ojos, antes de saltar al vacío.
No tenemos remedio y nuestras pupilas
no soportan la intensa luz de la verdad,
porque a veces las verdades son amargas 
y cuesta digerir algo que nos supera
en tamaño y actitud.


Nos estremecemos para producir 
el calor necesario, que aliente nuestras almas,
sumidas en un invierno eterno, sin abrazos,
ni palabras de consuelo, 
sobre el vasto territorio indómito
de nuestra indiferencia.


Escrito en Julio 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.


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